¿Cómo era la vida en un oasis hace siete mil años?
Arqueólogos y genetistas han descifrado por primera vez los genomas completos de dos mujeres que vivieron hace 7000 años en el Sahara. Los restos fueron hallados en un refugio rocoso de Takarkori, en el suroeste de la actual Libia. Hoy, esta zona está cubierta por interminables dunas de arena y áridas rocas, pero en aquel entonces la región era una sabana floreciente con numerosos lagos y ríos, habitada por hipopótamos y elefantes.
En esta tierra fértil, los arqueólogos encontraron enterramientos de 15 mujeres y niños. Las excavaciones en el refugio de Takarkori, al que solo se puede acceder en vehículo todoterreno, comenzaron en 2003. “Descubrimos la primera momia ya en el segundo día”, recuerda Savino di Lernia, coautor del estudio publicado en Nature. “Retiramos la arena y vimos la mandíbula inferior”.
Se eligieron para el estudio los ejemplares que mejor conservaban tejidos, piel y ligamentos.
El avance en la investigación del ADN antiguo tuvo lugar en el laboratorio del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig. Anteriormente, en 2019, los científicos solo habían logrado obtener ADN mitocondrial, transmitido por línea materna. Sin embargo, gracias a métodos mejorados para trabajar con cantidades mínimas de material genético, los especialistas lograron por primera vez descifrar genomas completos a partir de restos encontrados en un clima tan cálido y seco.
El análisis del genoma sorprendió a los investigadores: los habitantes del antiguo Sahara pertenecían a una población hasta ahora desconocida, que durante decenas de miles de años apenas se mezcló con otros grupos humanos. Su código genético se diferenciaba notablemente del ADN de todos los habitantes conocidos del continente en esa época. La comunidad pudo haber llegado a la región durante la primera gran migración humana desde África, hace más de 50.000 años.
“Un aislamiento genético así es realmente raro en poblaciones antiguas”, destaca Harald Ringbauer, jefe del grupo de arqueogenética. “Especialmente si se compara con Europa, donde constantemente se producían mezclas entre distintos pueblos”.
Este descubrimiento obliga a revisar las ideas establecidas sobre las migraciones antiguas. Durante mucho tiempo, los científicos consideraron que las tierras fértiles del actual desierto servían de puente entre el norte y el sur del continente. Así lo sugerían los hallazgos de pinturas rupestres y huesos de animales domesticados en los asentamientos: los habitantes criaban ovejas, cabras y ganado bovino. Se suponía que estas habilidades fueron traídas por pastores de Oriente Próximo, región donde surgió por primera vez la agricultura. No obstante, los datos científicos indican lo contrario: los locales no eran descendientes de migrantes del Oriente Próximo, sino que adquirieron los conocimientos necesarios mediante el contacto con sus vecinos.
“Los habitantes de Takarkori estaban aislados genéticamente, pero no culturalmente”, explica Di Lernia. “Así lo demuestra la cerámica hallada durante las excavaciones: los utensilios provienen tanto del África subsahariana como del valle del Nilo”.
La línea genética de esta población resultó ser increíblemente antigua: se remonta al Pleistoceno, época geológica que finalizó hace unos 11.000 años. Fue un período de grandes cambios climáticos, cuando el último periodo glacial dio paso al calentamiento global. Louise Humphrey, del Museo de Historia Natural de Londres, quien estudió restos de cazadores-recolectores de hace 15.000 años en la cueva marroquí de Taforalt, confirma la singularidad del hallazgo. Según ella, el material genético de estas dos pastoras señala la existencia de una antigua línea del norte de África, desconocida hasta ahora para la ciencia.
Obtener ADN antiguo es una tarea extremadamente difícil. El material genético suele estar fragmentado y contaminado, y se conserva mejor en condiciones frías, no en las temperaturas extremas del mayor desierto del mundo.
Los investigadores continuarán el estudio de los genomas en combinación con datos arqueológicos. Esto ayudará a comprender mejor las migraciones antiguas y los cambios culturales en una región que, a lo largo de los milenios, se transformó de un paraíso floreciente en un desierto sin vida.