Estos diminutos seres sobreviven incluso a un invierno nuclear.
La humanidad busca la clave para conquistar el espacio en un lugar inesperado: bajo el microscopio. Entre las numerosas ideas audaces presentadas en la conferencia de marzo sobre el estudio de la Luna y los planetas, celebrada en la ciudad texana de The Woodlands, destacó especialmente una propuesta: estudiar los secretos de supervivencia de los tardígrados, diminutos organismos conocidos en la ciencia como “osos de agua”.
Las increíbles habilidades de estos seres han despertado el interés de la candidata a astronauta de la NASA Isadora Arantes y del profesor Giancarlo Zanatta de la Universidad Federal de Rio Grande del Sur. Según ellos, los mecanismos que permiten a los tardígrados soportar condiciones extremas podrían ofrecer una solución al mayor problema de las misiones espaciales lejanas: proteger el cuerpo humano de entornos hostiles en otros planetas, como la radiación letal, los climas variables y otras "delicias".
Del tamaño de un grano de arena, estos sorprendentes seres habitan prácticamente todos los rincones de la Tierra: desde las profundidades oceánicas hasta las cumbres montañosas, desde selvas tropicales hasta los hielos polares. La naturaleza los ha dotado de la capacidad de soportar condiciones que matarían a cualquier otra forma de vida: temperaturas que van desde el cero absoluto (-271 °C) hasta el punto de ebullición del agua, presiones 1200 veces mayores que la atmosférica, deshidratación total y dosis de radiación letales para la mayoría de los organismos.
Ante condiciones adversas, los tardígrados entran en criptobiosis, un estado en el que detienen completamente su metabolismo, pero conservan la capacidad de volver a la vida incluso décadas después. Se encogen en una forma característica de "barril", eliminan casi toda el agua de su cuerpo y ralentizan al mínimo todos los procesos vitales.
El principal secreto de la invulnerabilidad de estos osos de agua radica en una proteína única: Dsup, que forma un escudo protector alrededor del material genético celular. La simulación computacional con el programa Gromacs mostró cómo esta estructura molecular dispersa la radiación dañina y evita la destrucción del ADN. En cuanto a protección contra la radiación, la proteína Dsup supera a todos los mecanismos naturales conocidos hasta ahora.
Su arsenal defensivo incluye un conjunto completo de moléculas especializadas. Las proteínas de choque térmico evitan el colapso de las estructuras celulares a temperaturas extremas, actuando como “reparadores” moleculares. Las enzimas antioxidantes neutralizan los radicales libres —partículas agresivas generadas por la radiación y la alta presión.
Las capacidades de los tardígrados han llevado a los científicos a replantearse los límites de la vida en el universo. La superficie marciana, bombardeada por rayos cósmicos, con temperaturas variables y ocasionales emanaciones de agua líquida, podría teóricamente albergar criaturas similares. También es posible que existan en los océanos subterráneos de lunas como Europa y Titán, donde el agua se mezcla con amoníaco y las temperaturas alcanzan los -180 °C.
Más allá de los retos espaciales, estudiar los mecanismos de supervivencia de esta especie abre la puerta a innovadoras biotecnologías. Por ejemplo, cultivos agrícolas que incorporen genes de tardígrados podrían resistir sequías y heladas, algo crucial ante el cambio climático. Y otras áreas también se beneficiarían: desde la conservación de órganos para trasplantes hasta el desarrollo de nuevos materiales protectores.