Los investigadores han desvelado el mecanismo detrás de los recuerdos obsesivos.
Un grupo de científicos británicos ha descubierto cómo el insomnio afecta la capacidad de las personas para manejar recuerdos desagradables. El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences USA, detalla cómo la falta de sueño altera el funcionamiento de áreas específicas del cerebro y sus consecuencias.
Imagina que, en una fiesta de inauguración en casa de unos amigos, accidentalmente derramas vino tinto sobre su nuevo sofá blanco frente a todos los invitados. Después de ese incómodo episodio, cada encuentro con los anfitriones automáticamente evoca el vergonzoso recuerdo. Según los científicos, la respuesta a estos recuerdos depende directamente de la calidad del sueño: un cerebro bien descansado puede suprimir rápidamente memorias negativas, mientras que en personas con insomnio, los pensamientos obsesivos y las emociones desagradables asociados al evento regresan una y otra vez.
Un equipo liderado por Scott Cairney, profesor asociado de psicología en la Universidad de York, decidió profundizar en los mecanismos de este fenómeno. Sus investigaciones previas ya habían demostrado que la falta de sueño disminuye la capacidad de suprimir pensamientos negativos, pero ahora querían entender qué ocurre exactamente "bajo el capó" del cerebro cuando no se duerme lo suficiente.
Según estudios anteriores, el hipocampo es el encargado de recuperar recuerdos de eventos pasados, mientras que la corteza prefrontal dorsolateral derecha (rDLPFC) se encarga de "poner freno" a este proceso. Cairney y su equipo hipotetizaron que la falta de sueño debilita la capacidad de la rDLPFC para bloquear recuerdos no deseados.
Para probar su hipótesis, reclutaron a 85 estudiantes. En la primera etapa, los voluntarios aprendieron a asociar imágenes de rostros neutrales con ciertas escenas. Algunas de estas escenas eran negativas, como accidentes de tráfico o peleas. Según Cairney, la conexión entre el rostro y la escena era tan fuerte que al mostrar solo el rostro, el cerebro de los participantes automáticamente recuperaba el recuerdo asociado.
Luego, los participantes se dividieron en dos grupos. El primer grupo pasó una noche sin dormir, mientras que el segundo durmió en un laboratorio bajo la supervisión de especialistas. Los científicos monitorizaron cuidadosamente el tiempo que los participantes pasaron en la fase de sueño REM (movimientos oculares rápidos) y en la fase de sueño no REM.
A la mañana siguiente, los estudiantes fueron sometidos a una resonancia magnética funcional (fMRI). Se les mostraron nuevamente los mismos rostros con los que habían trabajado el día anterior, pero esta vez la tarea era más difícil: debían recordar intencionadamente la escena asociada al rostro o, por el contrario, suprimir el recuerdo.
Los resultados confirmaron las hipótesis iniciales. Los participantes privados de sueño mostraron una actividad significativamente reducida en la corteza prefrontal dorsolateral derecha durante los intentos de suprimir pensamientos intrusivos. Al mismo tiempo, su hipocampo mostraba una actividad aumentada, probablemente debido a que la debilitada corteza prefrontal no podía bloquear eficazmente el proceso de recuperación de recuerdos no deseados.
Cairney destaca que el insomnio no causa una disminución general de la actividad cerebral, sino que afecta selectivamente áreas relacionadas con las funciones ejecutivas, dejando otras regiones relativamente intactas.
En el grupo que pudo dormir, se observó una correlación positiva significativa entre el tiempo pasado en la fase REM y la actividad de la corteza prefrontal durante las tareas de supresión de recuerdos. Este hallazgo es especialmente relevante porque muchos trastornos caracterizados por pensamientos obsesivos debilitantes, como la depresión y el TEPT (trastorno de estrés postraumático), también están asociados con alteraciones en la fase REM.
Este enfoque podría ser particularmente valioso para tratar traumas agudos, actuando como una medida preventiva para evitar la formación de recuerdos traumáticos recurrentes antes de que los eventos dolorosos se asienten en la memoria.