Hace 41.000 años la Tierra perdió su escudo magnético… Sobrevivimos como pudimos.
Especialistas de la Universidad de Míchigan han descubierto una sorprendente conexión entre la desaparición de los neandertales y un raro fenómeno natural. Hace aproximadamente 41.000 años, sobre Europa tuvo lugar un evento inusual: la excursión de Laschamp, durante la cual los polos magnéticos de la Tierra intentaron intercambiarse. Fenómenos similares ocurrieron alrededor de 180 veces en la historia del planeta, pero este en particular pudo haber sido un punto de inflexión en el destino de dos especies humanas: los neandertales y los Homo sapiens. ¿Por qué unos sobrevivieron y los otros no?
Aquí conviene comprender cómo funciona el escudo magnético de nuestro planeta. La Tierra está rodeada por un "capullo" invisible: el campo magnético, que se genera gracias a la rotación del planeta y su núcleo. En el centro de la Tierra, el hierro fundido produce potentes corrientes eléctricas que crean un “aureola” protectora alrededor del planeta. Esta barrera refleja diariamente los flujos de radiación cósmica mortal —una radiación capaz de destruir la capa de ozono y causar daños irreparables a todo ser vivo mediante rayos ultravioleta.
Normalmente, las auroras boreales y australes solo se observan cerca de los polos, donde el campo magnético es más intenso. En esas regiones ocurre la interacción más activa entre la magnetosfera y el material que el Sol emite constantemente. Nuestra estrella lanza al espacio flujos de gas incandescente, en los que los electrones se separan de los núcleos atómicos debido a las temperaturas extremas. Este estado de la materia se llama plasma —no es sólido, ni líquido, ni gas, sino una forma especial en la que partículas cargadas positiva y negativamente se mueven de forma independiente.
Pero durante la excursión de Laschamp, este orden habitual se rompió. El polo norte, como si se hubiese desviado de su camino, comenzó a desplazarse sobre el continente europeo. Aunque no llegó a completarse el intercambio de polos, las consecuencias fueron catastróficas: el escudo magnético se debilitó hasta niveles críticos y el cielo se llenó de auroras nunca antes vistas.
Para no pasar por alto ningún detalle, Agnit Mukhopadhyay, autor principal del estudio y experto en ciencias espaciales, creó un modelo computacional único. Utilizó una herramienta especial —el Space Weather Modeling Framework, desarrollada en el Centro de Modelado del Clima Espacial de la Universidad de Míchigan. El sistema permite estudiar el Sol, la heliosfera y el espacio circundante, incluida la atmósfera terrestre.
En colaboración con Sanja Panovska, del Centro Helmholtz de Ciencias de la Tierra en Alemania, los investigadores recrearon una imagen tridimensional del entorno cercano a la Tierra en aquella época. Para lograrlo, combinaron tres modelos distintos: una reconstrucción global del campo geomagnético durante la excursión de Laschamp, un modelo de la plasmasfera terrestre y un cálculo de la localización de las auroras.
Y esto fue lo que descubrieron: el campo magnético de la Tierra se redujo a una décima parte de su fuerza habitual. Los polos se desplazaron hacia el ecuador, las líneas de fuerza del campo se estiraron y las auroras iluminaron el cielo no solo sobre Europa, sino también sobre gran parte del norte de África. El modelo 3D mostró las regiones a través de las cuales los rayos cósmicos y las partículas solares penetraban sin obstáculos a través del escudo debilitado del planeta.
Como recuerda Raven Garvey, profesora asociada de antropología en la Universidad de Míchigan, los Homo sapiens llegaron al continente hace unos 56.000 años. Dieciséis mil años después, sus antiguos parientes, los neandertales, desaparecieron misteriosamente, precisamente durante esta época de cataclismos magnéticos. ¿Coincidencia? Difícilmente. La cuestión de qué diferencias entre ambas especies determinaron ese desenlace intriga a los antropólogos desde hace décadas.
Las excavaciones en antiguos asentamientos muestran una clara superioridad tecnológica de los Homo sapiens. En los lugares donde vivían, los arqueólogos encuentran herramientas completas para la confección de ropa: además de raspadores para curtir pieles de animales, también aparecen agujas finas de hueso y punzones. Con tales herramientas, nuestros antepasados aprendieron a crear prendas ajustadas al cuerpo. Esta habilidad les abrió nuevas posibilidades: trajes térmicos les permitían cazar lejos del campamento y al mismo tiempo ofrecían una eficaz protección contra la radiación cósmica intensificada.
La radiación causaba daños serios al organismo: además de afectar a los ojos, provocaba una disminución del nivel de ácido fólico, lo que llevaba a malformaciones congénitas y aumentaba la mortalidad infantil. En la lucha contra esta amenaza, otro factor clave fue el uso generalizado de pigmentos minerales.
La ocre —una mezcla natural de óxido de hierro, arcilla y sílice— era conocida por varias especies de homínidos desde hacía milenios. Sin embargo, probablemente fuimos nosotros los primeros en descubrir sus propiedades protectoras. Estudios de laboratorio actuales confirman que el mineral puede absorber eficazmente los rayos ultravioleta. Curiosamente, incluso hoy en día algunas tribus que conservan tradiciones ancestrales siguen aplicando ocre sobre la piel durante el calor extremo.
El tercer factor de supervivencia fue el uso activo de cuevas como refugios. Estas grutas naturales no solo protegían del mal tiempo: sus paredes de piedra ofrecían un escudo fiable contra la radiación letal que penetraba a través de la magnetosfera debilitada.
Según Mukhopadhyay, si una excursión como la de Laschamp se repitiera en la actualidad, provocaría el colapso de la civilización tecnológica: quedarían fuera de servicio los satélites de comunicación, se verían afectadas las redes terrestres y la vida cotidiana cambiaría por completo.
Los autores se muestran cautos científicamente y subrayan en entrevistas que sus conclusiones se basan únicamente en correlaciones de eventos, y que las pruebas directas son escasas. Sin embargo, una nueva perspectiva sobre datos arqueológicos ya conocidos permite reinterpretar la historia de supervivencia de nuestra especie. Además, el modelo 3D desarrollado puede ayudar a prepararnos para futuros cataclismos geomagnéticos.
El estudio también abre nuevas perspectivas en la búsqueda de vida extraterrestre. La creencia común de que un planeta no puede sustentar vida sin un campo magnético fuerte podría no ser del todo cierta. El ejemplo de la Tierra primitiva demuestra que la vida puede existir incluso con una magnetosfera gravemente debilitada, aunque probablemente adopte formas muy distintas a las que estamos acostumbrados a ver hoy.