En los años 60, EE. UU. cambió torio por uranio... ¿y ahora se arrepienten?
China ha logrado un avance significativo en el desarrollo de la energía nuclear. Apenas unos meses después de que satélites detectaran en la provincia de Sichuan un enorme complejo para fusión termonuclear, el país ha sorprendido al mundo con otro logro —esta vez en el ámbito de la fisión nuclear.
A comienzos de mes, en una reunión a puerta cerrada en la Academia China de Ciencias, científicos revelaron el funcionamiento exitoso de un inusual reactor nuclear ubicado en el desierto de Gobi. La instalación utiliza torio como combustible: un metal plateado que se encuentra en la naturaleza con mucha mayor abundancia que el uranio. Este elemento, nombrado en honor al dios nórdico del trueno Thor, posee propiedades únicas: la fisión de sus núcleos libera enormes cantidades de energía, pero los isótopos radiactivos generados se descomponen rápidamente.
La Asociación Nuclear Mundial considera al torio como el elemento ideal para la energía nuclear civil. Hay aproximadamente cuatro veces más torio que uranio en la corteza terrestre, y su extracción es mucho más sencilla. Además, los reactores de torio no producen plutonio ni otros materiales aptos para armas, lo que los hace seguros desde una perspectiva militar.
Según el diario South China Morning Post, el reactor alcanzó su máxima potencia ya en junio del año pasado. Pero el logro más destacado de los físicos chinos es que lograron cambiar el combustible gastado sin detener el funcionamiento del reactor. Habitualmente, este procedimiento obliga a apagar las instalaciones durante varias semanas, generando importantes pérdidas económicas. Ahora, al parecer, ese problema ha quedado atrás.
La instalación experimental, con una potencia de dos megavatios, está basada en una tecnología revolucionaria: sales fundidas. En los complejos tradicionales se utiliza agua a alta presión como refrigerante. Sin embargo, el refrigerante salino puede absorber mucho más calor con menor presión, lo que reduce drásticamente el riesgo de accidentes.
En las centrales nucleares clásicas, el mayor peligro es el sobrecalentamiento y la fusión del combustible sólido. En el reactor de torio, el combustible ya se encuentra en estado líquido, mezclado con sal refrigerante, por lo que no hay nada que pueda “derretirse”.
Además, según un estudio del gobierno estadounidense, los reactores de sales fundidas cuentan con una protección inherente contra fugas. Si aparece una grieta en el sistema, la sustancia líquida comienza a escapar, aumentando la superficie de enfriamiento. A medida que se enfría, se solidifica como la lava que se convierte en roca. A diferencia del desastre de Chernóbil, donde el vapor sobrecalentado causó una explosión, un escenario así es físicamente imposible en este caso.
La historia de esta tecnología se remonta a la Guerra Fría. A finales de los años 40, cuando la autonomía de los bombarderos convencionales estaba limitada por su combustible, los militares estadounidenses concibieron un proyecto revolucionario: construir una aeronave con propulsión nuclear capaz de patrullar el cielo durante semanas sin repostar.
Se invirtieron casi mil millones de dólares —una cifra colosal para la época— en el programa Aircraft Nuclear Propulsion. El proyecto buscaba crear el avión superpesado Convair X-6, que debía convertirse en la primera aeronave con un reactor nuclear funcional. Su predecesor fue un B-36 "Peacemaker" modificado —el mayor bombardero de hélice jamás construido.
El principal desafío fue proteger a la tripulación de la radiación. Los ingenieros diseñaron una cápsula especial para la cabina, con una coraza de 11 toneladas: un auténtico búnker volador. Pero el mayor avance tecnológico fue la creación de un reactor compacto de sales fundidas. A diferencia de los reactores de uranio, pesados y voluminosos, esta estructura era lo bastante ligera para usarse en aviación y además mucho más segura.
Durante una década de investigación, los especialistas realizaron cientos de vuelos de prueba con el B-36 modificado. A bordo, además de los motores tradicionales, se instaló un pequeño reactor nuclear. Aunque no impulsaba directamente al avión, los experimentos demostraron que el sistema podía operar con fiabilidad en el aire.
Sin embargo, en 1961 el programa fue cancelado. Los misiles balísticos intercontinentales y los submarinos nucleares sustituyeron a aquel ambicioso proyecto. Los avances en reactores aeronáuticos fueron archivados, y la industria civil optó por el uranio —principalmente porque permitía obtener plutonio apto para armas. La tecnología de sales fundidas quedó en el olvido, aunque sus resultados fueron publicados en acceso abierto.
Medio siglo después, esos materiales sirvieron de base para el proyecto chino.
"EE. UU. dejó sus avances a la vista de todos, esperando un digno sucesor", afirmó el director científico principal Xu Hongjie. "A veces los conejos se equivocan o se duermen… y entonces la tortuga tiene su oportunidad".