Entre bits y balas: cómo la impresión 3D está transformando el mercado negro de armas

Entre bits y balas: cómo la impresión 3D está transformando el mercado negro de armas

Los "pistolas fantasma" se multiplican a un ritmo alarmante…

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A pesar de las estrictas leyes de control de armas de fuego, los delincuentes siguen encontrando formas cada vez más sofisticadas de adquirir nuevas armas. Tradicionalmente, existían tres vías principales: comprarlas a un propietario legítimo dispuesto a infringir la ley, adquirirlas en el mercado negro o fabricarlas por cuenta propia.

Las dos primeras opciones implican grandes riesgos. Incluso si el comprador "conoce a la persona adecuada" , los vendedores suelen ser extremadamente cautelosos al elegir clientes. Además, el precio puede ser muy alto, especialmente si el arma tiene un "historial limpio", ya que los delincuentes prefieren evitar armas que puedan vincularlos a otros crímenes.

Por ello, la tercera opción —fabricar armas sin pasar por los canales oficiales— ha ganado popularidad a gran velocidad. Aunque la fabricación clandestina de armas no es nueva, la llegada de métodos computarizados, en particular la impresión 3D, ha hecho que el proceso sea accesible incluso para personas sin experiencia en armería tradicional.

El fenómeno es particularmente preocupante en Nueva Zelanda, donde las autoridades están alarmadas por la proliferación de los llamados "ghost guns" (armas fantasma). En febrero, el país concluye un proceso de consulta pública sobre enmiendas a la Ley de Armas, y el problema de la fabricación casera de armas ha ocupado un lugar central en el debate policial.

En internet pueden encontrarse instrucciones de todo tipo, y no solo para la impresión 3D completa de armas. En foros clandestinos, crece el interés por esquemas híbridos, donde las nuevas tecnologías se combinan con materiales tradicionales. También son populares los kits de modificación de armas legales y los planos para fabricar piezas específicas de manera artesanal. En comparación con las rudimentarias armas caseras, como la utilizada en el asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe en 2022, los fabricantes ilegales han alcanzado un nivel de sofisticación mucho mayor y más peligroso.

La popularidad de esta forma de producción tiene una explicación simple: las armas pueden fabricarse de manera rápida y económica, son fiables y eficientes, y lo más importante, son imposibles de rastrear. Para los grupos extremistas de ultraderecha, la posibilidad de eludir el control estatal es particularmente atractiva.

Las autoridades neozelandesas detectaron por primera vez un arma impresa en 3D en 2018. Desde entonces, el problema ha crecido exponencialmente: a finales del año pasado, se habían incautado 58 armas de este tipo y entre 200 y 300 piezas relacionadas. No obstante, estas cifras deben contextualizarse: de las 9.662 armas (incluyendo armas de aire comprimido) confiscadas por la policía entre agosto de 2016 y julio de 2022, la mayoría seguían siendo rifles y escopetas convencionales.

Sin embargo, no hay margen para la complacencia. Las reformas legislativas en curso, que incluyen la creación de un registro único de armas, podrían reducir el mercado negro tradicional. Pero esto probablemente solo empujará a los delincuentes a buscar métodos alternativos.

El gobierno está tomando medidas para contener la tendencia. La Ley de 2020 establece penas de hasta 10 años de prisión por la fabricación ilegal de armas, y la producción de componentes prohibidos, como cargadores de alta capacidad, conlleva sanciones adicionales. En octubre del año pasado, un tribunal emitió la primera sentencia del país en virtud de esta legislación, condenando a un residente de la región de Otago a prisión.

A pesar de estas medidas, la legislación neozelandesa aún presenta lagunas importantes. A diferencia de EE.UU. y otros países, no se exige que cada arma contenga una cantidad mínima de metal para ser detectada por escáneres de rayos X y detectores de metales. En EE.UU., además, está prohibida la fabricación de armas cuyos componentes principales no sean visibles en los controles de seguridad estándar de los aeropuertos.

En Nueva Zelanda, la impresión 3D de armas ya es ilegal, pero la descarga de planos y esquemas aún no está regulada. En teoría, se podrían aplicar leyes de censura destinadas a restringir la distribución de material prohibido, pero en la práctica, esto resulta complicado: cada diseño tendría que ser declarado ilegal individualmente. Con el avance de la inteligencia artificial, los planos y modelos evolucionan tan rápido que las prohibiciones específicas ya no son efectivas; se necesita un enfoque más integral.

Otros países ya están diseñando soluciones más estrictas. Canadá ha endurecido recientemente sus leyes, imponiendo penas de hasta 10 años de cárcel no solo por descargar planos, sino también por su distribución en internet. Australia sigue el mismo camino: los estados de Nueva Gales del Sur, Tasmania y Australia del Sur están preparando legislaciones similares. En Australia del Sur, la simple posesión de planos de armas impresas en 3D ya conlleva penas de hasta 15 años de prisión.

Otro problema importante es el control de la munición. La normativa vigente deja demasiadas lagunas. Por un lado, solo los titulares de licencias pueden almacenar munición, y los vendedores están obligados a registrar cada transacción. Sin embargo, si los propietarios con licencia intercambian munición entre sí, no hay ningún requisito de registro. Además, el comercio de componentes para la fabricación casera de cartuchos no está suficientemente regulado: solo algunos materiales clave, como la pólvora, requieren autorización especial.

En la vecina Australia, la regulación es similar, pero con una diferencia clave: los propietarios de armas solo pueden comprar munición compatible con los modelos específicos que poseen. Encontrar un equilibrio en este tema no es fácil. La ley debe ser realista y aplicable, pero también debe impedir que la fabricación clandestina de armas venga acompañada de una floreciente producción ilegal de municiones.

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