Cómo la región de Oklo se convirtió en el hogar del primer reactor.
Hace aproximadamente medio siglo, los geólogos hicieron un descubrimiento extraordinario en las profundidades de la región africana de Oklo . Allí encontraron una sección extremadamente rara de la corteza terrestre, donde mucho antes de la aparición del ser humano se producían reacciones nucleares de forma natural.
La historia de este hallazgo comenzó en 1972, cuando un físico francés, trabajando en una planta de uranio en Pierrelatte, identificó muestras inusuales de minerales provenientes de yacimientos africanos. Un análisis detallado reveló una anomalía extraña en la composición de los isótopos de uranio, lo que contradecía las leyes científicas conocidas.
El contenido estándar de uranio-235 en depósitos naturales suele ser del 0,720 por ciento. Sin embargo, en las muestras de Oklo, este valor era considerablemente más bajo: apenas el 0,717 por ciento. A primera vista, esta diferencia de milésimas de porcentaje podría parecer insignificante, pero para los investigadores curiosos, resultó ser la clave del éxito.
Investigaciones posteriores descubrieron anomalías aún más sorprendentes: en algunas áreas del yacimiento, el contenido de uranio-235 caía hasta un 0,4 por ciento. Fue entonces cuando se planteó la hipótesis de que existió un reactor nuclear natural que operó hace aproximadamente dos mil millones de años.
El mecanismo de su funcionamiento era muy similar al de las plantas nucleares modernas. Es probable que el yacimiento estuviera saturado de aguas subterráneas, las cuales actuaban como moderador de neutrones, de manera similar al agua utilizada en los reactores nucleares actuales. El proceso cíclico de calentamiento y enfriamiento del agua iniciaba y detenía la reacción.
En su momento, la Agencia Internacional de Energía Atómica confirmó la singularidad de este hallazgo. Las características trazas de isótopos de tierras raras y el espectro específico de criptón y xenón proporcionaron pruebas irrefutables para respaldar todas las hipótesis.
El reactor natural en Oklo estuvo activo durante decenas o incluso cientos de miles de años, apagándose paulatinamente. Hoy en día, la repetición de un escenario similar es prácticamente imposible debido a la composición alterada del uranio y a las condiciones geológicas transformadas. Esto es, sin duda, un testimonio vivo de la increíble complejidad e imprevisibilidad de los procesos naturales.