Sí, es conveniente. Hasta que alguien te robe la cara...
La autenticación biométrica está desplazando activamente a las contraseñas tradicionales y los códigos PIN, ofreciendo una forma más conveniente y, según se cree, más confiable de verificación de identidad. Las huellas dactilares, los rasgos faciales, la voz e incluso la forma de las orejas se han convertido en parte del panorama digital moderno.
Sin embargo, la rápida expansión de estas tecnologías no ha estado exenta de consecuencias: junto con la comodidad, también aumenta el nivel de abusos. El interés criminal por la biometría ha dejado de ser hipotético: los delincuentes utilizan cada vez más sus vulnerabilidades en ataques reales.
Según los datos de Europol, el número de incidentes relacionados con el engaño de sistemas biométricos ha aumentado significativamente. Los atacantes se centran principalmente en los llamados ataques de presentación. Su esencia consiste en falsificar o imitar características biométricas con el fin de engañar al sistema de autenticación.
Un ejemplo sencillo puede ser una copia de silicona de una huella dactilar, hecha a partir de una fotografía o una muestra física. Estas falsificaciones pueden fabricarse en casa utilizando materiales accesibles, y las impresoras 3D modernas permiten crear réplicas aún más precisas.
Los sistemas de reconocimiento facial también resultan vulnerables. Los delincuentes utilizan máscaras de silicona, maquillaje, algoritmos de morphing y tecnologías deepfake. Estas últimas permiten no solo alterar una imagen, sino también sintetizar la voz, imitando el habla de una persona concreta.
Estos métodos se utilizan activamente para evadir sistemas de seguridad, incluidos los servicios bancarios y gubernamentales. Por ejemplo, se han registrado casos de uso de deepfakes para eludir la identificación en sistemas de atención remota.
Como señala Europol, el vector de abusos ya no se limita únicamente a la falsificación de datos. También se trata de la extracción de perfiles biométricos, que pueden ser utilizados para rastreo, chantaje o incluso vigilancia masiva.
Las tecnologías destinadas a reforzar la seguridad, en manos de delincuentes, se convierten en herramientas de ataque. Además, una vez comprometidos, los datos biométricos no pueden ser reemplazados: a diferencia de una contraseña, una huella dactilar o la forma del rostro permanecen inalterables de por vida.
Para contrarrestar las nuevas amenazas, las fuerzas del orden deben ir más allá de la respuesta tradicional. Europol subraya la importancia de una estrecha colaboración con investigadores y especialistas en seguridad.
El trabajo conjunto permite no solo prever los vectores de ataque, sino también implementar rápidamente medidas de protección. Esto incluye la monitorización de amenazas, la actualización oportuna de algoritmos, así como el etiquetado obligatorio y el análisis de incidentes relacionados con la evasión de sistemas biométricos.
Se propone prestar especial atención al aumento de la concienciación entre los agentes de policía, los expertos en investigaciones y los especialistas técnicos. Conocer las particularidades de los ataques biométricos, saber reconocer sus huellas y poseer habilidades para trabajar con datos biométricos durante las investigaciones se vuelve fundamental. No se trata solo de proteger los sistemas, sino también de la calificación legal de estos delitos, que aún deja mucho que desear.
El informe de Europol destaca: sin una respuesta adecuada por parte de las fuerzas del orden, la sociedad corre el riesgo de perder la confianza en la biometría como tecnología del futuro.
En un contexto donde el cibercrimen alcanza un nuevo nivel, se necesitan no solo soluciones técnicas, sino también el desarrollo de una estrategia clara que una los esfuerzos del Estado, las empresas y la comunidad científica. Solo así se puede mantener el equilibrio entre seguridad y comodidad que fue el objetivo inicial de los desarrollos biométricos.