Un simple colegial convirtió el aplastamiento en un negocio rentable, pero la policía no apreció sus "talentos".
El joven de 18 años Alan W. Filion, de Lancaster, California, ha sido condenado a cuatro años de prisión por una larga serie de falsas amenazas de violencia y explosivos, conocidas como "swatting". Según la fiscalía, realizó casi 400 llamadas, movilizando a los servicios de emergencia a escuelas, universidades, instituciones religiosas y hogares privados en todo el país.
Filion se declaró culpable de cuatro cargos por transmitir amenazas a través de las fronteras estatales. Sus llamadas provocaban grandes operativos policiales, en los cuales los agentes, al llegar al lugar, a menudo utilizaban métodos de fuerza: ingresaban a las viviendas, detenían a personas inocentes y realizaban registros. En enero de 2023, alardeó en redes sociales de que sus "bromas" obligaban a las autoridades a "sacar a las personas y sus familias de sus casas, esposarlas y realizar registros".
Alan W. Filion, declarado culpable de cuatro cargos federales
Los investigadores determinaron que Filion es responsable de más de 375 llamadas de este tipo. Entre ellas, una amenaza de tiroteo masivo en la mezquita Masjid Al Hayy en Florida, durante la cual reprodujo sonidos de disparos. Tras su arresto en enero de 2024 en California, fue extraditado a Florida para enfrentar los cargos.
El tribunal estableció que Filion comenzó a practicar el swatting en 2022 como una forma de entretenimiento, pero más tarde lo convirtió en un negocio, ofreciendo sus "servicios" a cambio de dinero. Entre sus crímenes se incluyen falsos reportes de un tiroteo en una escuela en Washington, una bomba en un colegio en Florida y el asesinato de su propia madre en Texas.
El fenómeno del swatting se vuelve cada vez más peligroso. En enero de 2024, las agencias federales de EE.UU. informaron que en un mes se registraron más de 100 amenazas que afectaron a mil instituciones en 42 estados. El año pasado, un residente del estado de Washington fue condenado a tres años de prisión por realizar 20 llamadas similares.
Las amenazas falsas no son un juego, sino un delito con consecuencias reales. Una sola llamada puede cambiar la vida de personas inocentes, generar caos y desviar a la policía de amenazas reales. La responsabilidad por estos actos es ineludible, y las severas sentencias confirman que la justicia no deja estos crímenes impunes.