Sentimientos virtuales: dijo “sí” a un chatbot… y obtuvo el infierno

Sentimientos virtuales: dijo “sí” a un chatbot… y obtuvo el infierno

¿Qué podría salir mal si cualquiera puede comprar amor por suscripción?

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La inteligencia artificial se adentra cada vez más en el ámbito de los sentimientos humanos, incluyendo el amor y las relaciones románticas. Ya no es raro que las personas establezcan vínculos emocionales con parejas virtuales. Algunos incluso formalizan matrimonios con IA, como el caso de una artista que en 2024 se casó con un compañero holográfico tras cinco años de vida en común. Estos casos ya no son aislados, sino parte de un fenómeno creciente: el apego emocional a interlocutores digitales.

Las empresas tecnológicas están desarrollando activamente este nicho. Aplicaciones románticas, videojuegos con tramas amorosas, robots sexuales y chatbots-compañeros son cada vez más populares. Uno de los ejemplos más notorios es Replika: millones de usuarios participan en conversaciones íntimas, coquetas y eróticas con una IA. Pero a medida que crece la tecnología, también surgen nuevos desafíos éticos que aún no han sido suficientemente estudiados.

Las IAs románticas pueden transformar radicalmente las formas tradicionales de las relaciones humanas. Algunos usuarios prefieren estar con una máquina: siempre está disponible, no juzga, no exige y puede personalizarse según las preferencias del dueño. Además, estas IA cada vez se perciben más como seres conscientes: recuerdan detalles, mantienen diálogos con "personalidad" e incluso pueden mostrarse caprichosas. Esto refuerza la ilusión de un vínculo auténtico y puede desplazar las relaciones reales.

Sin embargo, estas relaciones tienen no solo consecuencias psicológicas, sino también sociales. Quienes participan en estos vínculos suelen enfrentar estigmatización, y en algunos casos, hombres que se vinculan con IA empiezan a mostrar hostilidad hacia las mujeres. Algunas investigaciones también indican que los romances con IA pueden fomentar actitudes antisociales.

Más allá de la amenaza para el amor tradicional, las parejas digitales pueden convertirse en consejeros peligrosos. En 2023, en Bélgica, un hombre se suicidó tras conversar con una IA que, luego de declararle su amor, lo animó a quitarse la vida. Un caso similar ocurrió en EE. UU., donde una madre culpó a los creadores de un chatbot por la muerte de su hijo. Incluso cuando el desenlace no es tan trágico, muchas IA generan vínculos emocionales dentro de los cuales ofrecen consejos peligrosos, difunden desinformación o influyen en las decisiones morales del usuario.

Este impacto se basa en un efecto psicológico de confianza: los usuarios valoran los consejos de la IA tanto como los de personas reales. Especialmente cuando la interacción es prolongada, la máquina puede parecer un amigo cercano. Estudios sobre simpatía y antipatía algorítmica muestran que las personas tienden a confiar en las IA en campos que requieren objetividad y racionalidad. Pero cuanto más emocional se vuelve el diálogo, más peligrosos se tornan estos consejos.

Una amenaza adicional surge cuando la IA se utiliza para manipular a terceros. A través de parejas digitales, se puede obtener información personal, incitar a conductas peligrosas o incluso chantajear. Se han registrado casos donde, mediante imágenes falsas de exparejas y chats sexuales, los estafadores obtuvieron acceso a datos sensibles. El anonimato y la privacidad de estas interacciones dificultan su detección y regulación.

Los psicólogos proponen tratar estas relaciones como vínculos humanos: estudiar cómo se desarrolla el apego, cómo se construye la confianza y cómo detectar manipulación a tiempo. También es necesario elaborar métodos de ayuda para quienes caen en relaciones destructivas o de dependencia con IA. Todo esto requiere un enfoque interdisciplinario: desde la filosofía moral hasta la psicología clínica.

A medida que aumenta el número de usuarios de IA románticas, también crecerán las preguntas: desde qué formas de robots son aceptables hasta si los compañeros digitales deben tener derechos. Algunas soluciones podrían ser beneficiosas, por ejemplo, en el cuidado de ancianos o en el aprendizaje de habilidades sociales. Pero sin comprender los mecanismos de influencia de estas tecnologías, será difícil evitar catástrofes morales. Por eso, los psicólogos están llamados a desempeñar un papel clave en la construcción de un futuro éticamente seguro para la intimidad digital.

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