2 horas contra 5 siglos: descubren la última capital de los zapotecos en la selva

2 horas contra 5 siglos: descubren la última capital de los zapotecos en la selva

Una enorme ciudad antigua fingió ser una fortaleza durante demasiado tiempo.

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En las selvas montañosas del estado mexicano de Oaxaca, los arqueólogos han hecho un descubrimiento asombroso: la antigua Guiengola, que durante siglos se consideró solo un fuerte militar, resultó ser un gran asentamiento zapoteca. La investigación, cuyos resultados fueron publicados en la revista Ancient Mesoamerica , reveló que bajo la densa vegetación se esconde toda una civilización del siglo XV.

La magnitud del asentamiento antiguo es impresionante: Guiengola se extendía sobre un área de 360 hectáreas, donde los arqueólogos han identificado más de 1100 estructuras diversas. Aquí se han conservado no solo viviendas, sino también majestuosos templos y plazas ceremoniales para el juego ritual de pelota. El asentamiento estaba protegido por un poderoso sistema defensivo: murallas de cuatro kilómetros de longitud (aproximadamente 2,5 millas). En su interior, se extendía una elaborada red de caminos que conectaba distintos barrios, donde los distritos de la élite convivían con las áreas de la población común.

Los zapotecos son una de las civilizaciones más antiguas de Mesoamérica, con una historia de más de 2500 años. Crearon el primer sistema de escritura de la región y construyeron la majestuosa ciudad de Monte Albán, que se convirtió en su capital durante el periodo Clásico (250-900 d.C.). Para el momento en que se fundó Guiengola en el siglo XV, los zapotecos ya habían pasado por la cúspide de su imperio, pero seguían ejerciendo influencia en el valle de Oaxaca. Se destacaban por su artesanía, su avanzado conocimiento en astronomía y su complejo sistema religioso, en el que el culto a los ancestros tenía un lugar especial.

Los arqueólogos notaron por primera vez las ruinas de Guiengola a principios del siglo XX, pero debido a la inaccesibilidad del terreno y la densa vegetación, las investigaciones serias solo han comenzado recientemente.

"Se puede llegar al sitio por un estrecho sendero, pero el dosel de los árboles lo oculta completamente. Hasta hace poco, para evaluar la verdadera escala de Guiengola, se habrían necesitado años de minuciosas exploraciones a pie. Nosotros lo conseguimos en solo dos horas, gracias al moderno equipo de teledetección instalado en un avión", explica Ramón Celis, uno de los autores del hallazgo.

Los métodos arqueológicos tradicionales resultaron ineficaces aquí, ya que las ruinas están cubiertas por una densa maleza. Por ello, los científicos emplearon la tecnología LIDAR, un escaneo digital basado en impulsos de luz que permite "mirar" debajo del espeso follaje.

Al comparar meticulosamente los mapas obtenidos con LIDAR con los artefactos encontrados en las excavaciones, los investigadores llegaron a una conclusión clave: Guiengola no solo sirvió como base militar, sino también como un centro de vida plenamente desarrollado. Es significativo que el asentamiento quedara deshabitado justo antes de la llegada de los colonizadores españoles: sus habitantes se trasladaron a la cercana Tehuantepec.

Según Ramón Celis, este descubrimiento es crucial para comprender la estructura política y social de la civilización zapoteca en vísperas del contacto con los europeos. Los científicos podrán estudiar en detalle cómo estaba organizada su estructura de poder y de qué manera los gobernantes locales interactuaron con los conquistadores españoles.

Un elemento clave en la vida del asentamiento eran las canchas para el juego de pelota. En la cultura mesoamericana, este juego tenía un profundo significado ritual, estrechamente ligado a las creencias sobre el inframundo y la fertilidad. La presencia de estas canchas en Guiengola indica que los rituales religiosos y el poder político eran una parte fundamental de la vida cotidiana de sus habitantes.

Para Celis, este trabajo tiene un significado especial y personal. Su madre proviene de una familia que vive en Tehuantepec, una ciudad situada a solo 20 kilómetros (12 millas) de la antigua Guiengola. Fueron precisamente los relatos de su infancia sobre las misteriosas ruinas los que inspiraron al futuro arqueólogo a elegir su profesión.

"Este lugar tiene solo 500-600 años, por lo que se ha conservado increíblemente bien. Cuando caminas por la selva, no ves solo ruinas, sino casas en pie con marcos de puertas, pasillos, cercas entre los terrenos. Es fácil distinguir los límites de las propiedades residenciales. Es un rincón congelado en el tiempo de una civilización antigua, que podemos ver tal como era antes de las profundas transformaciones culturales que trajo la llegada de los españoles", comparte el investigador.

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