Trump intensifica la presión sobre los cárteles y promete nuevas acciones del Pentágono y del Departamento de Justicia contra el fentanilo.

El presidente de EE. UU., Donald Trump, firmó un decreto, en el que declaró al fentanilo ilegal "arma de destrucción masiva", equiparando de hecho al opioide sintético con amenazas químicas, biológicas y radiológicas. La Casa Blanca explicó la medida señalando que el fentanilo no es solo una droga mortal, sino una sustancia que teóricamente podría utilizarse para causar daño masivo deliberado, por lo que debe combatirse desde la lógica de la seguridad nacional.
En el texto del decreto el fentanilo se describe como una amenaza "más cercana a las armas químicas que a una droga". El documento encarga al Pentágono y al Departamento de Justicia de EE. UU. que adopten medidas adicionales contra la producción y la distribución de la sustancia. En la administración afirmaron que la nueva designación "activará todas las herramientas" contra los cárteles y las redes extranjeras que "inundan a las comunidades" con fentanilo, y además mencionaron por separado el riesgo de un posible "ataque terrorista concentrado y a gran escala" por parte de adversarios organizados.
Al mismo tiempo, las consecuencias prácticas del decreto siguen siendo poco claras: la amenaza de uso o el intento de uso de un arma de destrucción masiva ya se considera un delito federal grave. Expertos en política de drogas y seguridad, por su parte, se mostraron escépticos ante la tesis del "escenario terrorista", señalando que hay pocas pruebas de preparación para un empleo de ese tipo, y que el principal riesgo del fentanilo está relacionado con su comercio ilegal masivo y su extrema potencia, no con su función como "arma". Los críticos temen que un cambio de énfasis hacia un marco de fuerza y contraterrorismo pueda relegar a un segundo plano las medidas de salud pública probadas: el tratamiento de la dependencia y la prevención de sobredosis.
El nuevo decreto se enmarca en una política más amplia de la administración para presionar a los cárteles y utilizar instrumentos de seguridad nacional. Anteriormente, las autoridades declararon a los cárteles de la droga organizaciones terroristas extranjeras, lo que, en la práctica, amplió el margen para acciones directas de fuerza. Desde principios de septiembre, las fuerzas estadounidenses han realizado más de 20 ataques contra supuestos "buques narcóticos" en la cuenca del Caribe y el Pacífico; se informa de más de 80 muertos. Analistas militares destacan, además, que esas rutas suelen estar asociadas a la cocaína y no al fentanilo, que suele transportarse en pequeñas partidas y que, según se afirma, con frecuencia se dirige a Europa en lugar de directamente a EE. UU. También plantea dudas el hecho de que las autoridades casi no hayan publicado pruebas de que los buques afectados realmente transportaran drogas.
Paralelamente, Trump amenazó en varias ocasiones con ataques contra territorios de Venezuela, Colombia y México y, en la estrategia de política exterior publicada la semana pasada, prometió como prioridad "restaurar el dominio de EE. UU." en el hemisferio occidental. Frente a esas declaraciones, expertos en salud recuerdan que la mayor fuente de fentanilo ilegal que llega a EE. UU. sigue siendo México, y que muchos precursores químicos proceden de China. El fentanilo continúa siendo una de las principales causas de muertes por sobredosis en el país, aunque las muertes por sobredosis han disminuido en los últimos años.
Los críticos también señalan contradicciones en la política: la administración vincula el fentanilo con el comercio, la migración y el endurecimiento de las penas, y, según el texto, sin fundamento trasladó parte de la responsabilidad a los migrantes indocumentados y utilizó el tema de la droga como argumento para endurecer la frontera. Al mismo tiempo, según expertos, se redujeron las plantillas y los recursos de las agencias federales responsables del tratamiento y la prevención de la dependencia, y se retuvo la financiación de algunas organizaciones de reducción de daños. Preocupa además la discusión sobre posibles recortes a Medicaid, que podrían afectar el tratamiento de los trastornos por consumo de sustancias, es decir, lo que debería reducir la mortalidad en el marco de esa misma "guerra contra el fentanilo".