Descubrimientos inesperados en las profundidades de la Tierra están cambiando nuestra comprensión sobre la vida extraterrestre.
Las cuevas en la Tierra a menudo se convierten en laboratorios naturales para los científicos que estudian las posibles condiciones de vida en otros planetas. Uno de estos lugares es el complejo Wind Cave, ubicado en Dakota del Sur, EE. UU. No solo es conocido por su extensión, sino que también se ha convertido en un lugar de investigación que acerca a la ciencia a desentrañar los misterios de la luna de Júpiter, Europa.
Según opinan los astrobiólogos, la composición química de la cueva es en gran medida similar a las condiciones que se suponen debajo de la superficie de Europa. La luna ha atraído la atención de los científicos debido a la posible existencia de un océano subglacial, un entorno en el que, teóricamente, podría existir vida. Para verificar estas hipótesis, los especialistas descendieron a las profundidades de Wind Cave y comenzaron a estudiar los minerales fluorescentes y los microorganismos que habitan a cientos de metros de profundidad.
La investigación se llevó a cabo en el lugar, sin extracción de muestras. Para ello, se utilizó un espectrómetro portátil que permite analizar la composición química de las rocas mediante luz ultravioleta. Bajo la acción de la luz UV, las piedras comenzaban a brillar en intensos tonos de rosa, azul y verde. Estos colores se producen por las inclusiones, unas especie de "petrificaciones" químicas formadas hace millones de años. Sirven como indicadores de depósitos minerales y de la actividad pasada del agua, sin la cual la vida, tal como la conocemos, no podría existir.
Parte de la cueva Wind Cave con luz blanca normal (izquierda) y bajo radiación UV (derecha) (Joshua Sebree)
Resultó que las paredes, que parecían completamente vacías, cobraban vida bajo la luz negra. La capa fluorescente brillante mostraba dónde, hace miles de años, existían cuerpos de agua estancados. Estas señales visuales revelan la historia de los procesos acuáticos que ocurrieron en la cueva y podrían ayudar a modelar las condiciones en otros cuerpos celestes.
Una de las conclusiones clave fue el papel del agua manganesa en la formación de la cueva. Los científicos descubrieron calcitas estriadas que brillaban en rosa, formadas por la interacción del agua con los minerales. Se supone que la destrucción de estas formaciones menos estables pudo haber ampliado las cavidades de la cueva, un mecanismo que no se había observado en otros sistemas.
Formaciones brillantes en la cueva Wind Cave (Joshua Sebree)
A pesar de las duras condiciones, desde los pasajes estrechos hasta el clima frío, los investigadores siguen descendiendo a las profundidades. Su objetivo no es solo estudiar la flora y los minerales, sino también comprender cómo se desarrollan ecosistemas como estos en aislamiento de la luz solar. Esto es importante para evaluar la idoneidad de condiciones similares para la vida fuera de la Tierra.
Se presta especial atención a la creación de una base de datos abierta de "huellas" de fluorescencia de los minerales, que no solo ayudará a la cartografía de las cuevas, sino también a entender su evolución. Estos datos pueden ser la base de futuras misiones espaciales, donde se utilizará esta técnica para buscar signos de agua y vida en otros planetas.
El equipo científico también está trabajando en la automatización del espectrómetro, que podría utilizarse en expediciones a otros planetas. Se espera que los resultados de la investigación se presenten en la conferencia de primavera de la Sociedad Química Americana, donde se discutirá el potencial de las cuevas como análogos de ecosistemas extraterrestres.