Nuestra galaxia robó la envoltura gaseosa de su vecina, pero no logró quebrar su espíritu.
Una historia fascinante de supervivencia cósmica : el telescopio Hubble capturó las secuelas del encuentro entre la Gran Nube de Magallanes (LMC) y la Vía Láctea. Durante millones de años, esta formación estelar vecina, en su peligroso viaje a través de la envoltura exterior de nuestra galaxia, perdió gran parte de su atmósfera gaseosa, pero logró sobrevivir.
Por primera vez, los astrónomos midieron el tamaño del halo restante de la Gran Nube de Magallanes y se sorprendieron con los resultados. Su envoltura gaseosa resultó ser aproximadamente 10 veces más pequeña que la de otros sistemas estelares de masa similar, con un diámetro de tan solo 50,000 años luz.
A pesar de la pérdida catastrófica de materia, la LMC sigue existiendo y formando nuevas estrellas. Según Andrew Fox, del Instituto Científico del Telescopio Espacial, un vecino menos masivo no habría sobrevivido a un encuentro de este tipo, quedando reducido a un conjunto de estrellas rojas envejecidas sin signos de formación estelar. Con una masa equivalente al 10% de la de la Vía Láctea, la LMC es relativamente grande en comparación con otros objetos cósmicos similares.
Sapna Mishra, autora principal del estudio, explica que cuando la LMC pasa a través de la Vía Láctea, el material que la rodea experimenta una presión y compresión intensas. Este proceso de pérdida de materia ocurre debido a un fenómeno conocido como presión dinámica. El denso medio de nuestra galaxia literalmente arranca materia de la LMC, dejando tras de sí una estela similar a la cola de un cometa.
Estas observaciones fueron posibles gracias a la capacidad del telescopio Hubble para operar en el rango ultravioleta. La atmósfera terrestre bloquea la mayor parte de la radiación ultravioleta, lo que imposibilita este tipo de estudios con equipos terrestres.
Para estudiar la envoltura nebulosa de la LMC, se utilizó la luz de 28 brillantes cuásares situados a enormes distancias más allá de esta galaxia enana. Los cuásares, los núcleos galácticos activos más luminosos, actuaron como faros cósmicos. Su radiación, al atravesar la región estudiada, permitió determinar las características del material circundante.
Además, el espectrógrafo de origen espacial del telescopio Hubble jugó un papel crucial. Este instrumento descompone la luz recibida en sus componentes espectrales y analiza qué longitudes de onda son absorbidas por el material en su trayectoria. Este método proporciona a los científicos valiosa información sobre el estado, temperatura, velocidad y composición química de la región estudiada.
La proximidad de esta galaxia enana a la Vía Láctea la convierte en un laboratorio cósmico único, que ayuda a comprender los procesos que tuvieron lugar en el universo temprano, cuando las galaxias estaban más cerca unas de otras.
En la próxima etapa del estudio, el equipo planea examinar la parte frontal del halo de la LMC, que hasta ahora no ha sido investigada. La región de colisión entre los halos de las dos galaxias, donde las envolturas gaseosas se comprimen como dos globos en contacto, es de especial interés.
Dado que la LMC ya pasó el punto de mayor acercamiento a la Vía Láctea y ahora se aleja hacia el espacio profundo, la porción restante de su halo debería permanecer intacta. El gas desprendido se ralentizará gradualmente y, con el tiempo, caerá sobre la Vía Láctea en forma de una peculiar "lluvia" de gas.