Cómo los animales siguen inspirando a los científicos.
La conexión entre los gatos y la física tiene una larga historia. Basta recordar el famoso experimento mental de Schrödinger o el reciente estudio humorístico que demostró la capacidad de los gatos para ser simultáneamente líquidos y sólidos (un estudio que incluso ganó un Premio Ig Nobel). Ahora, el físico Dr. Anxo Biasi del Instituto Gallego de Física de Altas Energías, ha ido un paso más allá, desarrollando una ecuación matemática que describe la actividad de los gatos.
El científico no se limitó al comportamiento del animal en solitario. En lugar de eso, abordó directamente una tarea más compleja de dos cuerpos: la interacción del gato con el ser humano. La investigación se basó en observaciones de su gato doméstico llamado Eme (que aparece en la foto de abajo), aunque también consultó con amigos que tienen una amplia experiencia con animales o que son dueños de mascotas.
Biasi partió de la hipótesis básica de que los gatos se comportan como si sintieran una fuerza alrededor de la persona. En su modelo, colocó al ser humano en el centro de coordenadas (x=0) y representó la posición del gato como x. La ecuación básica tiene en cuenta la masa del animal (m) y un coeficiente de fricción causado por su cansancio (ϵ).
A partir de sus observaciones de Eme, el investigador identificó siete patrones de comportamiento. Entre los estados de baja energía, incluyó acciones como sentarse en el regazo, ignorar las llamadas, distraerse y los movimientos oscilatorios al ser acariciado.
Biasi considera el ronroneo como un ejemplo de sistema autosostenible. Según él, cuando el gato es acariciado y comienza a ronronear, en el cerebro de la persona se genera un impulso que lo lleva a continuar la acción, lo cual refuerza la estabilidad del proceso. Sin duda, muchas tareas importantes e incluso descubrimientos físicos serios habrán sido pospuestos por la presencia de un gato ronroneando en el regazo.
El científico prestó especial atención al fenómeno del "zumi" (también conocido como periodos de actividad frenética aleatoria o FRAP), un estado de alta energía en el que el gato corre por la casa sin un objetivo aparente. Para modelar este fenómeno, fue necesario introducir una función de aleatoriedad, ya que incluso el propio gato no sabe hacia dónde correrá en el siguiente instante.
Para describir el "zumi", Biasi utilizó el método de Euler-Maruyama, que se suele emplear para modelar el movimiento browniano. En la ecuación, añadió un término especial σf(t), que permite considerar el movimiento del gato como un proceso estocástico.
El artículo ya está recibiendo críticas. La principal observación concierne a la autoría: Biasi se nombró como único autor del artículo y ni siquiera mencionó a su gato Eme por nombre en los agradecimientos, limitándose a la frase "el autor agradece a su gato por la inspiración". Los críticos consideran esto injusto, recordando el famoso caso del gato F.D.C. Willard, quien fue incluido como coautor de un trabajo de física simplemente por haber causado el uso del plural en el texto.
Pero también hay críticas más serias, como el excesivo simplismo: Biasi utiliza únicamente la mecánica clásica y considera al gato como una "partícula puntual que obedece las leyes de Newton". Dado el conocido comportamiento cuántico de los gatos, este enfoque parece demasiado primitivo. Además, bromean los críticos, es poco probable que un gato se someta a ninguna ley, ni siquiera a las de Newton.
El propio autor entiende las limitaciones de su trabajo y es poco probable que haya intentado crear algo genial. Según él, las ecuaciones no pretenden ser universales; en diferentes gatos, los patrones descritos pueden manifestarse con distinta intensidad. Inicialmente, la investigación fue concebida como una broma del Día de los Inocentes, pero luego Biasi vio en ella un excelente material didáctico para estudiantes de física.
Según el científico, el modelo desarrollado reproduce con éxito el comportamiento típico de los felinos. Cualquiera que entienda las ecuaciones presentadas y tenga un gato en casa puede comprobarlo. El estudio se publicó en acceso abierto en el American Journal of Physics.